Mejor es la reprensión manifiesta que el amor encubierto.
Proverbios 27:5
Estamos viviendo un tiempo en donde se han cambiado las prioridades; hay un afán desmedido por lo material, por el placer, por la vanidad, por las cosas efímeras.
Todo esto ha hecho que descuidemos nuestras relaciones familiares, pero, por sobre todo, que descuidemos nuestra relación con Dios.
Dios, en su infinito amor por esta humanidad, está esperando dos cosas:
Que, si usted aún no ha recibido a Cristo en su corazón, pueda tener ese encuentro personal con Él y pueda rendirle su vida.
Si ya es un hijo de Dios, pueda volver a estar cerca de Él
Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! —Marta, Marta —contestó el Señor—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor y nadie se la quitará.
Lucas 10:38-42
Hemos olvidado lo más importante en nuestras vidas: nuestra comunión con nuestro Padre Celestial.
Los afanes de esta vida nos han distraído tanto, que han logrado que nuestra atención se desvíe del principal propósito. Por esa razón, el Señor tiene que reprendernos, tiene que permitir situaciones en nuestra vida para que volvamos a poner nuestra atención en Él.
La Biblia nos dice lo siguiente en Juan
Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron:
—Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Jesús respondió con firmeza: —Les aseguro que ustedes me buscan no porque han visto señales, sino porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Dios el Padre ha puesto sobre él su sello de aprobación. —¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? —le preguntaron. —Esto es lo que Dios quiere que hagan: que crean en aquel a quien él envió —respondió Jesús. —¿Y qué señal milagrosa harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—. Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”. —Les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo —afirmó Jesús—. El que da el verdadero pan del cielo es mi Padre. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo —Señor —le pidieron—, danos siempre ese pan. —Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.
Juan 6:25-35
Dios nos reprende porque nos ama, pero lamentablemente no todos asumen de manera correcta su reprensión.
Deseo de corazón que usted, que está leyendo esta reflexión, sea de los que recibe con la actitud correcta, y reconozca con humildad que se ha equivocado, que necesita de Dios.